El anuncio del estreno de una ópera es siempre motivo de esperanza, y en el caso que nos ocupa también de gratitud. No son frecuentes los estrenos, ya lo sabemos, pero afortunadamente los hay en España, como los títulos estrenados por Raquel García-Tomás (Je suis narcissiste) o Juan José Eslava (Oteiza). Pero que además se pongan en gira, como este Yo, Claudio, lo convierte en algo insólito y heroico. Vaya por delante este reconocimiento al esfuerzo colectivo realizado por tres centenares de personas cuyos resultados artísticos, a la vista de los medios, son muy notables.