Sorprendió gratamente la joven Aida Gimeno, pescada al lazo muy pocos días antes de la función. Es una lírica en potencia. Posee una voz bien timbrada, igual y extensa, fácil y espejeante. Ha de ir creciendo sin prisas.
La soprano Aida Gimeno cantó de forma angelical con una voz cristalina y luminosa el «Domine Deus», arropada por las voces pietistas del coro y el diálogo de embelesada riqueza de timbres. Reverencial el solo de clarinete acompañando a la soprano que llevó a una diversificación entre el canto angélico de la solista y la humanidad de la masa coral. Otro momento de esmerada concepción litúrgica fue el «Qui tollis» en donde la batuta conjugó con sensitiva atmósfera el idilio de la soprano con la solemnidad organística de coro y orquesta.