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7En la obra, no sólo el talento vocal sino también la parte histriónica de Priscilla Portales, Valeria Vázquez, Margarita Cadena, Mario Canela y Carlos Jurado, resultaron convincentes. Portales, como la beata Lola, lleva la parte más demandante en voz y actuación logrando salir avante, resultando conmovedora en la breve aria “No tengas miedo, hijo”. Vázquez en el rol de la Criadita confirma por qué es una de las sopranos más promisoras del momento: registro amplio y voz resonante. Mario Canela, como el atormentado Muchacho, dejó escuchar una voz tenoril de agradable timbre y buena técnica. Clave resultó el soporte de Cadena y Jurado en Carmelita y el Barrendero. La dirección y propuesta escénica de Rennier Piñero aprovechó al máximo, con una escenografía bien dispuesta, el compacto escenario para retratar esa calle de barrio popular.
El personaje de Romeo fue interpretado por la mezzosoprano Mariana Sofía quien logró mostrar a un adolescente recio. Sus amplias facultades y gran sentido musical en la precisa ejecución de los melismas que este compositor provee en su música le permitieron lucir agudos bellos y graves sonoros, además destacó actoralmente al mostrar su compleja relación con Julieta. Al interpretar la cavatina de la primera escena del primer acto, ‘Se Romeo t’uccise un figlio’, realizó un honesto retrato de un joven arrepentido por la muerte accidental del hijo de Capellio, padre de su amada. En el aria ‘La tremenda ultrice spada’, que viene justo después y como contraste, pues los Capuletos rechazan su petición de paz, les advierte del futuro derramamiento de sangre. Resultó emocionalmente doloroso verlo morir junto a Julieta en la escena final de la ópera. La soprano Fernanda Allande, de agradable presencia escénica y espléndida voz, mostró a una Julieta frágil y vulnerable, capaz de expresar dolor y ansiedad como hija y como amante; apasionada por su amado pero sumisa a su padre; desesperanzada por un final feliz con su amado y dispuesta a llegar hasta la muerte por amor. Al momento de la romanza ‘Oh! Quante volte, oh! Quante’ al inicio de la segunda escena del primer acto, ataviada con el vestido de boda para unirse en matrimonio a Tebaldo, manifestó profunda nostalgia con una ductilidad sin límites en el manejo de las dinámicas que la partitura demanda, logrando una interpretación de altos vuelos. En la tercera escena del segundo acto, a partir de que despierta e intercambia sus últimas palabras con Romeo y hasta la trágica conclusión, ella, su amante, el resto del elenco y el coro lograron transmitir con creces la poderosamente efectiva música de Bellini.
Las voces de la mezzo Mariana Sofía y la soprano Fernanda Allande, como Romeo y Julieta, respectivamente, fueron idóneas en los personajes principales, además de encarar con aplomo las no pocas dificultades de la línea vocal belcantista del autor. Sofía es una mezzo de buen registro grave, agudos brillantes y un compromiso escénico pleno, resultando creíble como el joven Romeo. Por su parte, Allande cautivó con un control de su instrumento y del fiato para hacer notas filadas y variados matices, además de notas altas contundentes. El tenor Manuel Bernal Dávalos posee una bella voz de tenor y exhibió una constancia encomiable durante toda la función como Tebaldo. Grata sorpresa descubrir otra voz no menos agradable y destacada en resonancia como la del barítono-bajo Carlos Adrián Hernández en Capellio. El también barítono-bajo Víctor Rodrigo en Lorenzo fue soporte esencial en todo momento.
México Ópera Studio brilló una vez más como una de las organizaciones que más talento joven impulsa y desarrolla hacia el mundo de las bellas artes, en este caso, al de la ópera y la música fina. Se ubica MOS como uno de los mecenazgos más notables de México, y su reconocimiento traspasa las fronteras. Al fulgor de las hogueras de los peregrinos que volvían de Antioquía, brillaron las cualidades artísticas de cantantes que se han fogueado con acreditados maestros, como Rennier Piñero, Alejandro Miyaki, Aida Bousselma y el resto de los directores que transmiten su experiencia a los jóvenes.
Un elenco de cantantes muy jóvenes y entusiastas trabajaron varios meses para concretar la hazaña. En mancuerna contaron con la batuta de Alejandro Miyaki, director concertador, quien nos sorprendió con la sensibilidad, intuición y conocimiento de la partitura, complicada y cargada de melodías de belleza melódica y armónica, que combina en su construcción rasgos de la escuela romántica verista, con ritmos y patrones orientales. La empatía que logra proyectar a la orquesta preparada para la ocasión le permiten transmitir el tejido sonoro pleno de matices y dejarse llevar por esa orquestación plagada de motivos conductores aprendidos del lenguaje wagneriano. Rennier Piñero, director de escena surgido del teatro clásico, con escuela y conocimiento dramatúrgico, trabaja con los espacios de manera rigurosa y dota de armonía visual, bien compuesta siempre, canónica y elegante, contándonos la tragedia con solvencia prístina. Con esas dos columnas sólidas se sostiene el edificio y las velas llevan al barco a su destino.
El rol titular recayó en la soprano Valeria Vázquez, talento vocal que ha demostrado en anteriores participaciones su notoriedad y, en esta primera función, no defraudó. Su histrionismo la hizo una creíble Butterfly que evoluciona de la casi niña del primer acto a la madre y mujer compasiva de los siguiente dos. Debe reconocerse su resiliencia vocal que no decayó a lo largo de toda la ópera en un rol que es por demás demandante, convenciendo así en su aria central "Un bel dì vedremo". Su contraparte masculina, Manuel Bernal, como Pinkerton, dejó escuchar ese bellísimo timbre tenoril que le caracteriza, así como una buena colocación de los agudos.
